viernes, 19 de junio de 2015

TRIATLON CROSS DE SANTA POLA by Vero.

TRIATLON CROSS DE SANTA POLA




Domingo 7 de junio, las 7h de la mañana el despertado empieza a chillar, grrrr pero hay que levantarse hoy es el día..... Vuelve el Triatlón Cros de Santa Pola.

He esperado un año para volver a participar, el año pasado lo disfrute más que cualquier otro triatlón. La edición anterior tenia medio de las distancias, del famoso faro, de las piedras, de la acumulación de gente etc.... Pero este año NO.

A pesar de haber pasado un invierno con baches a nivel de la salud, este triatlón no me lo pierdo. De hecho mi reto para este año, ya que conozco el terreno es bajar de tiempo.

Han vuelvo las mariposas en el estómago, me habían abandonado durante las últimas pruebas pero HAN VUELTO y es buena señal, ahora estoy de nuevo lista para competir.

Preparo mi material, el coche, la bici y rumbo a Santa Pola. La temperatura ya es bastante elevada, me temo que voy a sufrir durante la carrera.


Llegamos, las mariposas voltean en mi estomago, voy a por mi dorsal, deprisa entro en los boxes para poner a punto mi sitio. Allí están algunas de la chicas y chicos del club, besitos por allí besitos por allá. Todo listo, como siempre tengo la sensación de haber olvidado algo pero no compruebo una y otra vez mi sitio, mi material, si está todo listo.

Voy a la busca de Víctor y nos vamos a la salida, nos acompaña Lourdes. Aprovecho para explicarle cómo va el triatlón y le doy algunos consejos (visto que es su primer triatlón en aguas abiertas).
Llegamos a la salida, puffff cuánta gente ….

Una parte de la marea rosa se reúne antes de la salida para la foto oficial.



Nos queda una hora antes del pistoletazo. Algunos van a calentar en el agua, otros aprovechan para saludar a otros compañeros de otros clubes etc....

Las 10h la megafonía llama a los gorros amarillos, es decir los chicos federados.

Las 10h05 las chicas, con los gorros rosa se lanzan al agua.

Dejo pasar las chicas, yo necesito mi tiempo para coger mi ritmo, vigilar mi entorno y poner en aplicación las clases de natación de este invierno. Un reto dentro el reto, bajar 5 min la natación con respecto al año pasado.

Voy con mi ritmo, pensando a las brazadas, al movimiento de los brazos de los codos, vigilo las otras chicas que están a mi alrededor.

Me falta poco para terminar, levanto la cabeza para orientarme y veo Víctor en el espigón, me da energía para seguir, vamos brazo derecho, brazo izquierdo.

De repente, el mar empieza a moverse mas de la cuenta, noooooo, nos alcanzan los gorros verdes.
Pánico, me entra el pánico, es como un tren sin freno, no miran donde van, van en linea recta, codazos, patadas, no te pasan encima pero casi. Veo el arco de salida, menos mal no tendré que luchar mucho mas tiempo contra la manada verde.

Salgo del agua miro mi reloj, he bajado de 3 min, no he logrado mi reto, pero he bajado.

Rápida, rápida a por la bici, ponerse los calcetines, los zapatos, el dorsal etc.. y corriendo dirección la salida, saltar encima de la bici y a darlo todo en el sector que me encanta.

Primera parte asfalto, hay que llegar hasta el famoso faro, no hay mucha gente y voy bien. Al pie de la subida del faro veo a Lourdes en un lado. Qué ha pasado?? Se rompió la cadena. Qué mala suerte.
Sigo mi camino apretando los dientes que viene la cuesta, estoy en un grupito de fuertes y doy todo para poder seguirlos y que me lleven a la cima.

Viene lo bueno, las piedras, el polvo, la gente que no sabe dónde tienen que ir. En este sector se nota la gente que sabe manejar la BTT y las que no. Lo más peligroso, la gente que duda, que no saben si ponerse a la derecha o la izquierda, son los que más temo y lo que más me sacan de quicio.

Al kilómetro 10, tengo un bajón, me quedo como vacía, no, que me queda todavía la mitad del triatlón para terminar. Me alimento, me hidrato al máximo, a poco tiempo noto mis baterías de nuevo cargadas. Menos mal.

La bajada a la zona de transición a tope, lo mas rápido que puede para poder ganar algunos minutos.
T2.

Cambio de material, zapatillas y empiezo a correr. Veo a Luli salir como una bala.
La parte que menos me gusta, pero hay que hacerlo. Mental!!! La cabeza lleva el cuerpo. Me acuerdo de los consejos de mi coach, no agaches la cabeza, movimiento de los brazos, disfruta del paisaje, de la gente y no pienses, solo correr. Me alcanza Lourdes. Le dejan correr los 5km, ya que esta aquí, que los disfrute, me hace compañía, me marca el ritmo.

Voy por la mitad del recogido y hace un calor tremendo, tengo sed, de repente a lo lejos veo agua. Un abuelo que ha decidido regar a los triatletas que pasan, me viene de lujo.
Echo un vistazo a mi reloj, si sigo así llegare en menos tiempo que el año pasado. Va a ser mi obsesión hasta llegar a meta. Tengo que subir el ritmo, zancadas tras zancadas me acerco al arco de la meta. Subo la rampa y oigo el biiiipppp del chip, ya he terminado, miro mi reloj 2 min menos, lo he conseguido siiiii.
Me voy a zona de los triatletas en busca de mis compañeros.


Veo a Paco y me informa que este año también subimos al podio. Somos tercera femenina por equipo. Qué alergia.

Ahora a recoger, novio, material, etc... y a recoger el trofeo.

Todas las chicas estamos a pie del podio esperando que nos llamen, qué alegría y qué grande equipo de chicas tiene el club. Es un placer competir con ellas.

Las chicas rosas suben al podio.







Un nuevo reto cumplido, viendo mis resultados, vuelvo a coger confianza en mí misma y sé que puedo mejorar más todavía. Me espera trabajo para el año próximo y seguir bajando el tiempo.

Vero.

martes, 9 de junio de 2015

COITUS INTERRUPTUS by Lourdes Marín


Coitus interruptus: retirada o marcha atrás.

Mi primera vez, ¡qué emoción, qué nervios!

Sí, ya sé, un poco tarde, pero, ¿qué queréis?, no me atrevía, era un paso muy importante y debía estar totalmente segura.  Aparte de prepararme para que todo saliera perfecto, “he de estar a la altura físicamente, ¿qué me pongo?, que rabia, no voy a poder estrenar, con el subidón que da ir de estreno, bueno, no pasa nada Lourdes, estarás bien de todas maneras, ahora tocaba el momento y, sobre todo, debía decidir con quién dar este primer paso”. Tenía que elegir al mejor. Me dejé aconsejar por las más experimentadas, y todas coincidían en el mismo. “El mejor sin duda es el TRIATLÓN DE SANTA POLA”. Pues nada, allá que voy.



 Mi primer triatlón en aguas abiertas. Me inscribo, me preparo, me mentalizo, “hay que ir a muerte”, y llega el día, 7 de junio de 2015. Quedo con Dani para irnos juntos, sola iba a ponerme más nerviosa y no era plan. Llegamos a Santa Pola atravesando las impresionantes salinas y vemos que el mar está precioso y sobre todo, en calma. Bueno, un problema menos, tragaremos el agua justa, ni una gota más. El día era perfecto, claro y nítido, sin aire, sin olas, el mar que era lo que me daba más miedito, se dejaba invadir ese día por los 1.150 triatletas congregados para la ocasión, y el recorrido en BTT y a pie, lo conocía por el duatlón cross del año anterior. ¡Todo pintaba genial!

Las 10:00, comienza la prueba, salen los chicos federados como alma que lleva el diablo y a los 3 minutos, nosotras, las féminas, tan monas con nuestros gorritos rosa. Tan monas y tan bestias, la de codazos , patadas y manotazos por doquier. ¡Chicas por Dios! Vaya tropel, no hay espacio para nadar, sólo se perciben, gorros, brazos, piernas, pero bueno, te dejas llevar y te haces un hueco como buenamente puedes.
 
Al fin cojo un poco de ritmo dejando ir al pelotón principal y empiezo a nadar lenta pero a gusto, respirando y sin cansarme en exceso, siguiendo la dirección que toman las cabezas que me rodean y mirando de vez en cuando la boya a alcanzar. A mitad de camino, cuando ya estoy disfrutando de mi travesía, me empiezan a rodear multitud de gorros verdes que pasan arrasando como si llevaran un tiburón en la retaguardia, sin cuidado, sin mirar, cruzándose, algunos nadando a braza, de espaldas (dejando caer la mano muerta sobre quien sea, sobre mí por ejemplo), un tropel vamos.

No sucumbo a los golpes, como dice mi compi Véro, “tú saca codos”, y sigo y al fin oigo la megafonía de la playa que me indica que ya estoy llegando a la salida, se me ha hecho corto, estoy super contenta. Salgo a la arena, fresca como una lechuga, ¡lo he conseguido!, mi odisea marítima está superada con nota, ahora llega lo que conozco y controlo más.

Salgo corriendo a boxes, cojo mi bici (revisada el día anterior), mi casco, mis gafas y mis zapas y voy a por todas, ale, al faro que me voy. El recorrido me lo conozco, salgo fuerte y voy adelantando a bastante personal. Apenas llevo unos kilómetros de subida y cuando estoy culminando el primer tramo duro oigo un “click” y se me va el pie de la bici. Pienso, joder la cadena con lo bien que iba, bueno la meto y punto. Miro hacia los platos buscando la cadena y, no está,  Pero esto que eeeeeees? Como diría Mauricio Colmenero, la muy “p*#*#*” está en el asfalto cual serpiente en medio de la carretera.

Me quedo en estado de shock, ahora qué hago, cómo se arregla esto, la gente que está viendo la carrera me pregunta por no sé qué herramienta para arreglar cadenas, ¡qué fallo!, no haberme echado la caja de herramientas a la espalda, no me pasa más. Uno me dejaba hasta su bici, ¡más majo!, pero teníamos que cambiar el dorsal y no había más bridas. En fin, me doy finalmente cuenta de que mi carrera llega hasta ahí, me empiezo a bajar cabizbaja con la bici en una mano y la cadena en otra. Los triatletas me animan como si me faltaran fuerzas para seguir, y al enseñarles la cadena me ponen una carita que me dan ganas de consolarlos yo a ellos. Me entra huevo y se me sueltan las lágrimas, sí, soy una breva,  lo sé, pero es que estaba tan contenta de cómo había nadado y tenía tantas ganas de terminar la prueba que me tenía que desahogar así. Protección  civil, policías, cruz roja, todos dándome ánimos y que el año que viene más. Sí, pero es que ¡yo quería este!

Llego abajo, los primeros chicos ya están corriendo, veo un rato la carrera, pido una bolsa para la cadena en un chiringuito que me estaba poniendo perdida de grasa, y me quedo a ver un rato la carrera. Joder qué rabia, voy a boxes a ver si puedo dejar al  menos la bici y me voy a pegar un baño y a limpiarme de grasa. Llamo a una juez y le cuento la película, y ¡de pronto! se me ocurre preguntarle si habría alguna posibilidad de realizar el tercer segmento, los 5.000 de carrera a pie, siendo consciente de que estoy descalificada. La chica me dice que eso no es muy ortodoxo pero que, de todas maneras, lo va a preguntar. Yo ya me resigno y voy viendo cómo llegan las chicas a boxes con sus bicis, y sus cadenas puestas, ¡que envidia! No como yo, que la llevo en una bolsa.

De repente llega la juez y me dice: “entra, deja la bici y vete a correr”.  ¡No me lo creo! Le doy las gracias como 100 veces y me voy a mi sitio, dejo la bici en mi posición de boxes, la cadena y el casco en la cesta, y echo a correr más contenta que unas pascuas. Pillo a Véro, corro un rato con ella, le explico lo que me ha pasado y como voy fresca e hiper motivada , sigo a más ritmo que yo lo que quiero es cansarme, y vaya si lo consigo, con el calor que hacía y a buen ritmo, en unos minutos ya estoy asfixiada. Adelanto a bastantes corredores, ¡claro!, si es como si acabara de empezar, y acabo mi 5.000 contenta. Me dan mi medalla, estoy con los compañeros en la zona de avituallamiento final, más feliz que una perdiz, y no como una apestada fuera de la carrera y con mi bici rota. La cosa cambia bastante. En fin, gracias a esa juez tan molona, a mi tenacidad para poder entrar de nuevo en la competición y como colofón el pasico femenino, again, al pódium terceras por equipos.  Subo con ellas, ¿somos un equipo no?

Pues esa fue mi primera vez, el primero de muchos triatlones en aguas abiertas , un poco caótico, pero como todo lo que no es corriente, sé que lo recordaré más y mejor que si todo hubiera transcurrido con normalidad.

Coitus interruptus con final feliz.

¡VOLVERÉ!




lunes, 4 de mayo de 2015

Gotica a gotica por Dani F.


Allá por septiembre del 2014 comenzaba a entrenar sin dolor después de seis meses de intermitentes lesiones y recaídas. Cada día que pasaba me encontraba mejor y en cada carrera acababa más cerca de los primeros. Fue entonces, en la cresta de esa ola llena de optimismo y bravuconería –que me llevaba a creer que podía con todo– cuando me topé con un anuncio de la Rock ‘n’ Roll Madrid Maratón, quedaban dos días para que subiera de precio y, para qué engañarnos, me apunté sin pensarlo suficientemente.


Iba a ser mi primera maratón, pero en ningún momento me sentí como un principiante, sabía que entrenando lo necesario podía acercarme a las 3 horas. Y eso son palabras mayores, para conseguirlo tenía que empezar cuanto antes.

Hasta navidad, los entrenamientos iban según lo previsto pero, en lugar del turrón, quienes volvieron fueron las lesiones. Quedaba mucho tiempo para la maratón pero parar implicaba cambiar de objetivo, así que me disfracé de mi propio peor enemigo y tuve la mejor idea que pudo ocurrírsele: “¿Y si sigo con el plan inicial hasta que me acostumbre al dolor?”.

Durante la época de medias maratones lo intenté hasta el punto de completar 3 y acabarlas arrastrándome. Especialmente la última, en Elche tomé la salida con bastante dolor. Un dolor patrocinado por mi último compañero de viaje, el síndrome de la cintilla iliotibial. Para quien no conozca la lesión, se puede resumir en que no se la deseo ni a los miembros del gobierno. Ese día, en Elche, acabé andando tres amargos kilómetros llenos de rabia e impotencia. La rodilla se me bloqueó y temí una rotura de menisco o ligamentos.

La semana siguiente estuve muy cerca en varias ocasiones de vender mi dorsal. A estas alturas llevaba meses sin hacer el volumen necesario para la marca que me había planteado. Me encontraba incluso lejos de poder correr antes del verano, a un mes de la carrera.

Fue entonces cuando cambié mi objetivo a uno igual o todavía más ambicioso, acabar la maratón dadas las nuevas circunstancias. Empecé a buscar el milagro con estiramientos que hay en la red, masajes con todas las cremas que encontraba por casa, calor, frío, contrastes, hidromasaje, parches de calor... Solo me faltó visitar a un curandero y rezar al dios Jonsu.

Al mismo tiempo, debía hacer lo posible por llegar en forma. Nunca había corrido más de 21 km seguidos, iba a parar un mes y correr 42. Por lo que cambié la camiseta de atletismo por el maillot de ciclismo, el pantalón por el bañador y las zapatillas por guantes de boxeo.

Los días pasaban demasiado rápido y el dolor permanecía. A dos semanas de la competición andaba con normalidad y probé a trotar suavemente, a los 3 kilómetros el dolor ya me mataba. Después de esto, cuando más desanimado estaba, empecé a notar mejorías, tanto es así que decidí apuntarme al 10k de Jacarilla.

La carrera dio lugar 7 días antes de la maratón. Tenía que probarme, si no era capaz de hacer 10, ¿cómo iba a poder con 42? Desde un principio, las sensaciones eran positivas, salí despacio pero en dos kilómetros todo iba tan bien que decidí subir el ritmo, a 100 metros estaban José Luis y Francis y los alcancé para acabar con ellos a un ritmo exigente pero sin forzar al máximo, en 43 minutos. El hecho de que el dolor fuera muy suave y solo al final le dio un último empujón a mi motivación, ahí supe que me pondría el dorsal.

Me tomé esta última semana con la poca tranquilidad que me era posible: comiendo y durmiendo menos de lo recomendado. El jueves viajé a Madrid, redescubriendo que si los huecos entre asientos de los autobuses no están hechos para personas altas, mucho menos para personas con dolor de rodilla. El viernes fui a recoger el dorsal prudentemente temprano, en la feria del corredor estaban los mejores productos, los mejores atletas y la peor organización. Obligaban a todo el mundo a recoger el dorsal y entrar en una laberíntica feria, esto unido a las nuevas normas del ayuntamiento en cuanto aforo de recintos, provocó por la tarde y durante todo el sábado colas de más de dos horas. Lo último que necesita alguien que pretende correr una maratón.

El sábado por la tarde me enteré de que iba a llover sí o sí. Y así fue, domingo a las 5:45 suena el despertador y yo ya llevo bastante tiempo despierto oyendo la lluvia y sintiendo un sinfín de dolores, recordándome a mí mismo que todos están en mi cabeza. Es hora de un buen desayuno a base de tostadas, pavo y nolotil. Termino de vestirme y lo preparo todo para correr bajo la lluvia, además de geles, el billete de metro, móvil, dinero, papel higiénico (nunca se sabe) y una pomada que me regalaron en la feria del corredor. Cuando ya no tengo nada que envidiar a Doraemon es momento de salir a mojarse.


Ya en la calle descubro que no hace frío y la lluvia es más suave, me cuesta menos mojarme un poco que buscar el paraguas. Cuando llego al parque de El Retiro mi miedo de no saber cómo llegar al guardarropas se disipa en cuanto me arrastra una masa de corredores, todos con la misma dirección. He llegado con tiempo y no tengo que hacer cola ni para el guardarropas ni wc. La lluvia empieza a apretar pero como es momento de calentar un poco me resulta incluso agradable.

Como hice la inscripción cuando era un deportista joven y atlético dispuesto a comerse el mundo, mi cajón es el segundo, la de gente que hay hacinada en cajones posteriores es impresionante pero yo tengo sitio de sobra para carreritas, estiramientos y fotos. Los minutos previos a la carrera son indescriptibles, por megafonía se da la bienvenida en varios idiomas a los más de 8.000 extranjeros mientras se escuchan gritos de euforia y nervios incontenidos, abrazos y cientos de relojes mirando al cielo, concretando la señal con el GPS.

A las 9:00 se da la salida, andamos durante unos cinco minutos hasta que se van creando espacios. En ese momento miro las caras de otros corredores, todos tienen una historia detrás de esa maratón como la que yo narro y quisiera oírlas todas. Pero no es el momento, las piernas empiezan a coger ritmo y comenzamos a subir por el Paseo de la Castellana hacia la plaza de Castilla y la estación de Chamartín, es un tramo ascendente de 6 km pero el aglomerado de corredores me lleva a 5:15 y voy muy sobrado, tanto es así que una chica del público intenta cruzar la carretera con la mala suerte –para ella– de topar conmigo y caer al suelo, treinta kilómetros más tarde habríamos cambiado los papeles.


A partir del kilómetro 8 comenzamos a bajar todo lo que habíamos subido, las piernas me van solas por debajo de 4:45, necesito tener la cabeza fría (sé lo que estáis pensando, ¿tú? ¿cabeza fría?) y recordar todos los consejos, el objetivo es acabar. Llegando al kilómetro 10 aprieta la lluvia, pero sigue sin molestarme lo más mínimo. Durante los siguientes kilómetros, las mujeres me gritan de todo, me siento sexy con las tiritas en los pezones pero descubro que no es por eso. A mi lado corre un famoso actor, ídolo de quinceañeras y de no tan quinceañeras. Al parecer me encuentro en un grupo que le ‘protege’ aunque, antes del 14 se me acaba el chollo, separan la maratón de la media y me quedo solo, sin gritos de señoras histéricas ni nada.

Tomo mi primer gel y, después de unos divertidos toboganes llego a otras de las zonas emblemáticas de Madrid: Gran Vía, Callao, Puerta del Sol, Catedral de la Almudena, Palacio Real, Plaza de España y Templo de Debod, a cuya altura está situada la media maratón. Toda esta zona está plagada de público, muchos sin paraguas, calándose con nosotros y empujando de forma que paso por los 21 en 1:47 con mucha facilidad y prudencia, lo peor está al llegar.

Tan pronto como que en el kilómetro 22 me empieza a doler la cintilla y justo empieza un largo descenso, lo cual acrecenta mucho el dolor. Aparecen las primeras dudas: si me duele ya, ¿hasta dónde podré llegar?

Hasta el 26, la gente anima sin parar pero entramos en Casa de Campo y nos quedamos solos: trece mil maratonianos, mi dolor en la rodilla y yo. Comienzo a correr a un ritmo notablemente más lento, a unos 5:30, todavía no estoy muy cansado pero el dolor aprieta, la lluvia y el viento empiezan a molestar y aparecen incluso nuevos dolores y roces, no tiene buena pinta.

A la salida de Casa de Campo me encuentro el diluvio universal. No sé si estoy en el Manzaneres o atravesando el puente que lo cruza, a la altura del Vicente Calderón los voluntarios parecen -son- héroes de guerra y nosotros los heridos. Literalmente, volvemos a bajar y mucha gente resbala, hay varios corredores en el suelo y a muchos los calambres no les dejan ponerse en pie sin la ayuda del público, el espectáculo es desolador. No voy mejor que ellos, así que extremo las precauciones e incluso ando en las zonas más complicadas.

Del 32 en adelante todo es subida, tenemos los pies calados y es muy difícil seguir un ritmo. Muchos optan por andar, otros ya hace tiempo que corremos por encima de los 6 minutos por kilómetro. A estas alturas se me van tensando todos los músculos de la pierna “buena” y procuro echarme réflex cada vez que veo a un patinador. Mis piernas han elegido no seguir, pero mi cabeza decide acabar como sea.

Del 35 al 39 subimos largas pendientes, de esas que cuando haces cumbre descubres que no acaban jamás. El público está entregadísimo, todos te gritan que está ya, que ya acaba. Y no sabes si darles un abrazo o mandarlos a que la corran ellos. Las fuerzas empiezan a estar justas y paro a andar dos veces brevemente, un poco de automasaje como buenamente puedo y otra vez para arriba.

Hacia el 40 la lluvia para, el terreno se allana y ya me veo con la medalla en el pecho, dos kilómetros se hacen aunque me tenga que arrastrar. Pero, en plena euforia siento como si me arrancaran los cuádriceps, no consigo ni andar y entro en pánico.

A los pocos segundos recupero el control y me acuerdo de la pomada que me regalaron en la feria del corredor, me masajeo con ella todo lo que puedo. Estoy parado en el 41 y unos 500 corredores me adelantan recordándomelo. Hasta que consigo mover las piernas, ando un poco, pasico a pasico, y troto muy suave hasta El Retiro. Entro y me llega el subidón, una emoción indescriptible. 300 metros en los que solo soy capaz de reír, llorar, gritar... De todo menos de correr. Tengo la firme opinión de que, si la carrera tiene medio metro más, no llego. Finalmente llego en 3 horas 57 minutos y 41 segundos.

Cruzar esa meta hizo que absolutamente todo mereciera la pena. Me sentí mejor que el ganador. Acabar un maratón no es nada del otro mundo, pero acabarlo en mis condiciones no es de este.

Las penurias no acabaron ahí. Después pasé frío, dolor, más dolor y todavía más dolor. Aunque todo esto importa un poco menos con los 42.195 metros a las espaldas y la medalla colgada en el cuello.





viernes, 24 de abril de 2015

Duatlon La Matanza-Orihuela por Veronica.




Los duatlones no son los mío pero el año pasado tenia en la mente hacer varios, como el de Orihuela, de Murcia etc...
Pero este invierno no ha sido mi mejor invierno para prepararme físicamente.

Hice al principio del año el Duatlon de Yecla porque quería hacerlo el año pasado y no me apunte.
Fue un fracaso total, lo pase súper mal con el calor, la falta de entrenamiento, el nivelazo que hay ahora entre las chicas y el problema de los pulmones que no me dejan respirar correctamente.

Dejo pasar algunos duatlones, y a nivel pulmonar me siento mejor, siento que puedo respirar sin ahogarme, ahora hay que recuperar los meses perdidos.

Con muchas dudas me apunto a la dualton de la Matanza, circuito bastante fácil, así voy a poder valorar mi nivel y sobre todo coger de nuevo confianza en mi misma.


Sábado por la tarde, todas las chicas están por allí preparándose. Somos 5 pasiqueras a participar.


Preparo mi material, no tengo estas mariposas en el estomago !!!! porque ???? si tendría que estar nerviosa de volver a competir, no lo entiendo pero bueno sigo con lo mio.


Todo el mundo se posiciona para la salida (que lleva unos 30 min de retraso), los chicos primeros. Ahora nos toca a nosotras, pistoletazo de salida. No hemos hecho 500 m que yo ya estoy a la cola, veo mis compañeras cada ves mas lejos... Que ocurre, ya se que hay nivel pero vaya viaje.

La única idea que tengo ahora es correr correr y correr y sobre todo no pensar que soy la ultima y no parar de correr.

Los primero 5 km hechos, tiene ventaja de llegar la ultima, no tengo problemas para localizar la bici...
Me subo a la bici, es mi segmento preferido, tengo que darlo todo.

Me adelantan algunos grupos de chicos, este viento cálido que desplazas asusta a veces, pero siempre hay uno que tiene una palabra de animo.

Termino la bici y vuelvo a calzar mi zapas y vamos por la tercera parte los 2,5 km, sigo la ultima pero no dejo que mi cerebro tome el control, no voy a parar hasta la meta mismo si tengo una gana que se termine este duatlon.


Llego a meta, las chicas y los chicos del club están allí. La megafonia grita mi nombre como soy la ultima a pasar la meta, chutttt que la gente se va dar cuenta .. Siento un poco de vergüenza, no estoy acostumbrada a terminar la ultima.

Al final hice un tiempo de 1:35:41, para mi no es nada mal, sin apenas entrenar.

Esperamos viendo las chicas y chicos subir al podio para recoger sus premios. Esperamos porque gracias a las 3 primeras pasiqueras, vamos a subir sobre el segundo escalón del podio para recoger el premio de segundo equipo femenino.

Fue una tarde muy extraña, entre el hecho de no tener ganas de hacer este duatlon, no tener estas mariposas en el estomago, y terminar la ultima, no me quedo con buenos recuerdos de este sábado tarde. Pero seguramente volveré el año que viene con mejores sensaciones y condición física.


Clasificaciones: http://www.tragamillas.org/triatlon/2015/clasif.htm


Veronica

miércoles, 11 de marzo de 2015

XV DUATLON CARAVACA DE LA CRUZ


Cerca de cuatrocientos deportistas se dieron cita en la decimoquinta edición del Duatlón de Caravaca de la Cruz y solo dos valientes pasiqueros se atrevieron a disputar una prueba exigente donde el calor apretaba a base de bien.



La competición dio comienzo  a las 16.45 horas con la categoría absoluta, saliendo primero las feminas y diez minutos más tarde los duatletas masculinos desde la zona del Templete y avenida del Doctor Robles. 

El circuito se desarrolló por el Camino del Huerto y la Fuentes del Marqués, donde los ciclistas tomaron la carretera dirección Moratalla. En esta competición se combinaron tramos urbanos con parajes naturales lo que fue un ingrediente extra, que hizo que la carrera resultará más atractiva, emocionante tanto para el público y para los duatletas.

La sorpresa vino de la mano de nuestra imparable compañera Noelia, que pese a pasar por la T1 en séptima posición, cuando cogió la bici se impuso a sus rivales y se proclamó campeona en un tiempo de 1:43:10. Nuestro otro pasiquero, Paco, cruzó la meta en un tiempo de 1:49:28

El pasico está de enhorabuena con Noelia. ¡¡A seguir cosechando éxitos, enhorabuena a los dos!!












lunes, 2 de marzo de 2015

II Carrera y marcha solidaria Fundación Juntos Mejor.

El domingo, 1 de marzo, se celebró en Orihuela, la II Carrera y marcha solidaria Fundación Juntos Mejor y la presencia de pasiqueros se hizo notar por las calles de Orihuela, en una mañana soleada, que invitaba a hacer un poco de ejercicio. Al margen de dar colorido a las calles, hicimos dos podios: Mari Carmen I., 1ª veterana B (y 2ª chica de la general); y Oliver, 1º junior. 

Enhorabuena a todos.








(Hemos tomado algunas fotos de la web del Club Atletismo Tragamillas, a los que agradecemos su trabajo constante de documentar los eventos)

VI Duatlón de Yecla



Y también el domingo, 1 de marzo, participamos en el VI Duatlón de Yecla.


Presentamos equipos completos masculino y femenino.

Nos vimos sorprendidos por una subida del nivel general de los participantes, que casi nos saca los colores. Pero pusimos todo la ilusión y el empeño para reflejar nuestros progresos. 


Por delante, Noe, hizo 3ª de la general femenina y 1ª veterana, y es que nuestra nueva incorporación viene pisando muy fuerte. Y por atrás, los más peleábamos por coger alguna grupeta en el sector ciclista, con la que obtener alguna ventaja en la lucha contra el viento.


En resumen una muy buena mañana deportiva y que esperemos se repita en muchas más ocasiones.

























¡¡Enhorabuena a todos los duatletas, principiantes y veteranos!!!




lunes, 19 de enero de 2015

XXVI MITJA MARATÓ VILA DE SANTA POLA 2015




Alrededor de 9.300 atletas se dieron cita en una de las más prestigiosas medias de nuestro país, la media maratón Internacional Vila de Santa Pola, y como no podía ser de otra forma, a la cita acudieron 12 de los nuestros, entre ellos algunos que corrían la distancia por primera vez, otros que fueron a buscar sensaciones de cara a la media de Orihuela y otros que nunca fallan a la cita y tienen en rojo esta fecha en el calendario; todos ellos se encontraron entre la multitud de atletas que recorrieron el fantástico y ameno circuito de 21 km, rodeado de un numeroso publico incansable a la hora de animar y de espectáculo en una fantástica mañana deportiva.

Todos nuestros pasiqueros han conseguido su medalla de finishers.

¡¡Enhorabuena!!