El día comenzó encapotado y con amenaza de lluvia, que se presentó en forma de grandes gotas durante una parte de la prueba contrarreloj, produciendo alguna que otra caída, pero que por otro lado, evitó el calor sofocante de otros años. Comenzamos la competición las chicas del supersprint, con la vice, Fini Marín, a la cabeza, como no podía ser de otra manera; a la caza, salieron los chicos como alma que lleva el diablo. A continuación los flash, chicas primero y chicos después, acabando con la prueba infantil, en la que los 14 niños, los cuales tuvieron que esperar durante casi 2 horas en el recinto de la piscina, con una paciencia admirable y cierta dosis de nervios “in crescendo” a que llegara su momento, dieron ejemplo de profesionalidad y saber hacer, para regocijo nuestro, de padres y espectadores.
El ambiente vivido fue muy agradable y familiar y la mañana pasó en un abrir y cerrar de ojos, puesto que en este tipo de modalidad contrarreloj, siempre hay idas y venidas, transiciones, salidas y entradas en los diferentes segmentos y llegadas a meta, con lo que el público y los atletas están la mar de entretenidos, siendo, a mi juicio, uno de los deportes más agradecidos tanto de practicar como de ver.
A la satisfacción de haber podido realizar nuestro gran evento anual, le sumamos el valor añadido de varios podios vestidos de rosa, lo que da mucho gusto y como diría Iván Rodríguez, “TODO SUMA LOURDES, TODO SUMA”.
Destacar la imprescindible labor de los voluntarios, tanto propios como ajenos, corredores o no, ya que sin ellos, no sería posible sacar adelante un triatlón con este nivel de seguridad y organización.
Al finalizar la entrega de trofeos y el mogollón de regalos que este año se consiguieron, clausuramos la intensa jornada, que había comenzado a las 7:00, con una comida de pasiqueros y simpatizantes, en la que no sobró prácticamente nada y, es que, montar un triatlón y/o correrlo y/o desmontarlo, da mucha hambre.
Lourdes M.
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