martes, 18 de marzo de 2014

LA TRANSILICITANA 2014 VIVIDA POR NUESTRO COMPAÑERO ANTONIO G.


La verdad es que no sabía muy bien cómo empezar este relato y de repente me he acordado de las palabras que rezan en la web del club “relatos y crónicas de nuestras hazañas y miserias”. Plantearse participar en una carrera de ultra resistencia, a no ser que te llames Killian Jornet, es estar dispuesto a pasar toda clase de miserias. En 100 km tienes tiempo de calentar, de enfriarte, de volver a calentar y volver a enfriar, de sentir dolores de partes del cuerpo que ni siquiera sabes que te pueden doler y que, por alguna graciosa casualidad, aparecen y desaparecen.

Este tipo de marchas-carreras o como quieran llamarlas, además de una preparación física mediana requieren de una gran fortaleza mental, en algún momento de la carrera te va a asaltar el pensamiento “qué necesidad tengo yo de…” y ante ese eventualidad, debes de estar preparado para saber si la tienes o no. Se convierte en una necesidad imperiosa conocerte y saber si estas al límite o no.

En esta V Transilicitana, la organización ha decidido dar un gran salto en su disposición, hasta ahora todas las ediciones habían sido una marcha neutralizada, de modo que era la organización quien marcaba el paso. En esta quinta edición lo han planteado como carrera, poniendo 24 horas cómo límite.

En esta ocasión, y gracias a las personas que conozco en la Policía Local de Elche, que es quién la organiza, este año he participado como corredor-organización, de modo que he llevado durante toda la carrera una emisora informando de las incidencias que veía. Lo que a priori parece una carga para mi ha sido todo un aliciente, en cada momento tenía información de cabeza de carrera, cola de carrera, abandonos, asistencias sanitarias, distribución de avituallamientos, cortes de carreteras… en fin todo lo que implica la carrera. Con lo que la marcha se hizo muy amena.

Unos días antes de la prueba recibí un correo de nuestro Presidente, me decía que una compañera del club estaba interesada en participar en la carrera y que nos pusiéramos en contacto para ver si podíamos hacerla juntos. La verdad es que desde un principio me atrajo la idea. Yo ya tenía un grupo de personas con las que había coincidido en otras pruebas, pero ellos las hacen andando, y tener a alguien que me acompañara trotando cada vez que el terreno se dejara, me hacía mucha más ilusión, así que solo hicieron falta unos cuantos WhatsApps para que mi plan fuera redondo.

Y vaya si fue un plan redondo, sábado en la mañana, quedé con mi cita a ciegas. Rubia, joven, deportista… qué más se puede pedir, pues sí, hay más cosas, montaña, playa, luna llena, pues de todo eso hubo en nuestra primera cita, el paseo un poco largo, eso sí, pero de todo de lo que se puede pedir en una primera vez.

Bromas aparte, la carrera empezó con unos minutos de retraso, que en la inmensidad de 24 horas de límite, no son nada, cosas de organizadores y concejales parlanchines. Comenzamos trotando a un ritmo muy llevadero, tomándonos con calma las cuestas, los primeros 20 kilómetros y los últimos 25 serían los de mayor complicación. Sinceramente, entre los kilómetros 8 al 12, sorprendieron a la mayoría de los 550 participantes, habían cambiado el recorrido y ahora subías una senda que te lleva a la cima de una montaña que tiene un repetidor en su cumbre. Los siguientes kilómetros hasta el 28, punto en el que estaba fijada la comida, fue toda una sucesión de subes y bajas que poco a poco mermaban las fuerzas.

En el km 28 paramos unos 20 minutos para comer y descansar un poco, antes habíamos tenido dos avituallamientos en los que apenas paramos para beber y comer un poco de fruta o comida energética. Después de comer comenzamos andando con el grupo que conocía y que había tenido tiempo de alcanzarnos mientras nosotros comíamos, y así continuamos hasta el siguiente avituallamiento, ya en el km 39, donde paramos lo necesario para beber, comer algo de fruta e ir al baño, pues está situado en el polideportivo de El Altet. Mi “socia” y yo salimos un poco antes que el grupo de personas que conocía. La salida de El Altet fue en dirección a la playa, donde, entre personas que paseaban y que disfrutaban de una tarde sol, con una luna llena ya en el cielo, hicimos el tramo de playa que hay entre El Altet y los Arenales del Sol, para tomar después el paseo de los Arenales del Sol, subir junto el Clot de Gavany y volver en dirección al El Altet, con parada en la explanada del cementerio que era donde estaba ubicado el avituallamiento, km 49, lugar crítico donde los haya.

Ahí es donde a mi compañero se le tuvo que pasar por la mente el “qué necesidad tengo yo de…” siento decirlo tan abiertamente, pero la zagalica se tuvo que venir abajo. La oscuridad que había llegado para quedarse, las ampollas que a todo el mundo nos salen, la perspectiva de 25 km llenos de cuestas, 49 kilómetros de cansancio y las obligaciones intrínsecas a cada uno de nosotros, le hicieron encontrar continuación a la frase. Estoy dando por hecho cosas que no sé y que no he preguntado, pero que si no lo fueron, es el porqué del 99% de los abandonos. Mi compañera llevaba un buen ritmo, no hacía gestos raros al andar, es lo único que puedo pensar. Tan solo puedo felicitarla porque, a mi juzgar, hizo lo correcto.

No está mal que abandonara, al revés, es incluso bueno, y a pesar de haberle insistido en más de una ocasión de que continuara, es la única forma que tienes, una vez que paras, de saber que podías continuar, que vas jodido, pero que puedes ir más lejos.

En ese punto, contaba con ese apoyo externo que en una carrera de éstas es de mucha ayuda. Mi santa esposa, hay que ser santo para aguantar estas cosas. Me proveí de ropa de abrigo, frontal y cambié de mochila y después de masajearme un poco las plantas de los pies, salí a la caza de las personas que conocía y que habían salido 30 minutos antes.

No se si es por la dosificación que habíamos hecho en los kilómetros anteriores o por que el cuerpo me lo pedía, pero del 49, al 59, que era el siguiente avituallamiento, me encontré con fuerzas para correr, a un ritmo muy cómodo, pero correr, en una hora y diez minutos alcancé a mis ahora compañeros de marcha, justo entrando en el avituallamiento. Que qué bueno fue, era el lugar que tenía previsto para la cena, unos macarrones fríos, a los que nadie les hizo ascos, y un caldito caliente de carne y verdura que entraba la mar de bien. En 15 minutos nos despachamos y continuamos la marcha.

En ese punto la verdad es que el cuerpo me pedía seguir corriendo, pero no se si por precaución o por consideración a mis amigos, el tramo hasta el siguiente avituallamiento lo hice con ellos, estaba en el km 66. Donde volví a contar con ese apoyo externo que te arregla la vida, era ya la una de la madrugada, y a esas horas, después de estar todo el día danzando, el sueño y el cansancio se hacen muy visibles y mi hermano, que tenía servicio esa noche, me acercó una Coca Cola, la que te da chispa.

Del avituallamiento salimos en grupo y lo primero que encontramos fue una rambla horrible, llena de piedras, escombros y gravilla que te entorpece el paso, poco a poco fui cogiendo ventaja con mis amigos hasta que me di cuenta que ya no me seguían y decidí seguir adelante, el cuerpo y la Coca Cola, me estaban pidiendo más, hasta que encontré una sucesión de subidas y bajadas que me invitaron a correr y así llegué al km 77, en el pantano de Elche, donde estaba el siguiente avituallamiento en el que apenas paré para tomar un poco de caldo y comer una barrita energética.

Venía después el trozo más exigente a mi parecer, no es que sea una barbaridad, pero después del cansancio acumulado, la noche y el ir solo, no es una tontería. Durante los siguiente 15 km, pude correr unos 5 o 6 todo eran cuestas arriba, abajo y muy poco llano, tenías que llegar a una zona conocida como el Cerro del Castro donde hay instalada otra antena, la verdad es que es una zona exigente pero no muy complicada, llegas por una pista forestal, que tan solo tiene tres o cuatro rampas muy empinadas, pero lo dicho, después de lo que ya lleva el cuerpo… La bajada, y a pesar de ser lo que más me gusta, se hace por una senda de montaña, no pude hacerla corriendo, todas y cada una de las piedras que pisaba se me clavaban en el alma, a la bajada de la senda y tras un kilómetro, llegó el último avituallamiento, era ya el km 92. No quise entretenerme mucho, bebí un poco de bebida isotónica y continué con mi marcha ahora sí, todo el rato andando.

20 horas y un minuto más tarde, llegué a meta. Bueno, luego me faltaban otro dos kilómetros para llegar a casa, pero esos son ya otra historia.

La verdad es que no son una proeza, salvo por la distancia que es, cualquiera medianamente entrenado lo puede hacer, mi posición fue la 91 de la categoría general, creo que llegaron unos 250, no es nada especial.

1 comentario:

  1. No te quites merito que no cualquiera puede hacerlo, enhorabuena por conseguirlo y con buen tiempo y como no enhorabuena a Noelia que también tiene mucho mérito, por cierto, muy buen relato, muy ameno y divertido!! ahora a por el próximo reto!!

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