martes, 15 de abril de 2014

RUTA DE LAS FORTALEZAS por Antonio G.


Como suele pasar, lo complicado es empezar y para alguien nuevo en el Club, que casi no conoce a nadie, más incluso. Podría empezar comentando los tiempos de los compañeros, las sensaciones de cada uno, pero como digo, aún no he tenido oportunidad de conoceros.

Durante toda la carrera tan solo me crucé con dos pasiqueros de los que, ahora me arrepiento, no pregunté el nombre, apenas intercambié unas palabras con ellos preguntándoles por Rafa, el único que iba a la carrera que conocía y al que, hoy no, no tenía intención de lesionar. Aquellos que fueron a la trotada de Hurchillo sabrán porqué.

La verdad es que no tenía esperanzas de poder participar en la carrera, pues el día de la inscripción, y a pesar de estar a las diez en punto listo, a malas penas pude coger la plaza 447 de los reservas. Tras seguir el foro, donde se intercambian unos pocos dorsales de aquellos que por algún motivo no pueden participar, el último día en el que se podían traspasar, tuve la fortuna de encontrar a un participante, que por lesión, cedía el suyo. Convirtiéndose así el 2 de abril de 2014, en el no se sabe cuántos ya, en el muy mejor día de mi vida (para quien no lo sepa, exageración muy a lo Forest Gump).

Para ser sincero, este cambio de planes, y a tres días vista, me cogió con el entrenamiento a contrapié, pero como en la vida misma, adáptate o desaparece. Después de terminar la Transilicitana hacía tres semanas, tan solo había salido a correr en dos ocasiones, los 10 K de Orihuela y la trotada de Hurchillo.

La carrera… cada uno la contará según le haya ido, en mi caso tengo sentimientos encontrados pues es cierto que terminé mucho mejor que el año pasado, pero tenía esperanzas en hacer menos de ocho horas, que quedaron en 8:20.
Fortachin, la mascota de la ruta
 Para quien no la conozca, la Ruta de las Fortalezas va recorriendo algunas de las Baterías del ejército que rodean Cartagena y que organiza la Armada. Tiene ocho subidas de las que cinco de ellas con considerables, en pendiente y longitud. En total son 53 km y mi aparatillo calculó más de 2.200 m de desnivel positivo, que en cotas locales podríamos decir que son unas cinco o seis veces la subida a la Cruz de la Muela.

La primera de las cotas la llaman El Calvario, que, a pesar de las rampas, que son muy directas, se hace muy llevadera, pues se sube por una senda que al estar en los primeros kilómetros, se hace muy despacio por los embotellamientos que se forman, son casi 4.000 participantes que todavía van muy frescos.

La prueba pasaba junto a la muralla de Cartagena
 La segunda cota es el Monte de San Julián, que al subirse por una pista, salvo por la inclinación, no tiene mayor complicación. La bajada sí que es algo más técnica pues parte se hace por una estrecha senda en la que los embotellamientos obligan a bajar casi andando. Una vez salvado este Monte de San Julián vienes 14 km que podríamos llamar de transición, pues se suben tres cotas de poca importancia, La Concepción, Cerro Molinete, apenas una tachuela, se atraviesa Cartagena por todo el centro y se sube a la batería de Fajardo, este sí ya algo más largo y empinado, llegando a la mitad de la carrera habiendo atravesado Cartagena, bordeando el teatro circo y las calles más comerciales, uno de los muchos alicientes de esta prueba. En la cima de Fajardo tenía dispuesto la organización el avituallamiento más fuerte y donde paré unos diez minutos para descansar y tomar algo consistente.

Camino al Galeras con Cartagena de fondo
 El siguiente cerro al que se sube es la Batería de Galeras, para mi la más desmoralizadora de todas se trata de una subida al más puro estilo de los puertos de montaña del Tour de Francia, una larga culebrilla, en la que conforme subes, vas viendo por encima de ti todas y cada una de las muchas curvas que tiene y se hace muy, muy larga a la vez que muy, muy bonita pues como en las pruebas de montaña, ves la fila de corredores que suben con sus camisetas de múltiples colores.

Tras salvar Galeras vuelves a entrar a Cartagena, ahora bordeándola para llegar al campo de fútbol, donde el ejército tiene montado todo un hospital de campaña y donde hay toda clase de ayuda y servicios. Después dedicaré unas líneas a la fantástica organización de esta carrera. Prácticamente estás en el kilómetro 35 y todavía quedan las dos subidas más exigentes, la Batería de la Atalaya y el Roldán.

La Atalaya no es que sea una subida demasiado exigente, pero por los kilómetros acumulados y la subida tan directa, se atraganta de manera especial, la bajada se hace por una pista de cemento casi tan empinada como la senda por la que se sube.

Tras cuatro o cinco kilómetros de transición, que a estas alturas decir transición es un eufemismo con todas y cada una de sus letras, se llega a la ladera del Roldan, este sí, este es el bueno, es una subida de unos dos kilómetros que te lleva a los cerca de 500 metros de altura a los que esta su cima. Al principio, la subida va alternando una pista forestal con una senda, donde más adelante continúas solo por la senda, en la que con un poco más inclinación, obligaría casi a escalar. La bajada se hace por una senda mucho más llevadera, no se sabe si por ir cuesta abajo, o porque ya solamente se trata de dejarse caer y trotar apenas dos kilómetros que hay, una vez abajo, hasta el cuartel donde montan la llegada y donde vuelven a haber toda clase de servicios y facilidades para los corredores.

Como he dicho antes, voy a dedicar unas líneas a la organización. De las carreras que conozco, es la más demandada, en poco más de 30 minutos agota los 3.750 dorsales que pone. El éxito radica en la excelente organización, el exigente recorrido y las bonitas vistas que se pueden ver desde casi todos los puntos de la carrera, alternando ciudad, montañas y mar. Igual exagero, pero cada 500 m hay un soldado dispuesto a echarte una mano o dándote ánimos y en los lugares más complejos ayudando, a quienes van ya faltos de fuerzas, a superar algún obstáculo. En la llegada hay un despliegue impresionante de medios, que unido a la impresión de estar en un cuartel del ejército, se magnifican, fisioterapeutas, podólogos, médicos, Cruz Roja, Protección Civil… los cocineros del ejército, a modo de rancho, preparando una generosa comida, esto ya, ira por gustos. Algo difícil de explicar.

Gran despliegue de la infanteria de Marina en la prueba
Desde aquí me gustaría animar a todos los indecisos a participar en las pruebas de larga distancia, para mi mucho más llevaderas incluso que una media maratón, bueno, la verdad es que no lo sé, no he hecho ninguna, pero la posibilidad de andar los tramos más empinados y tener lugares habilitados donde hacer parada y fonda, facilita mucho la marcha, te da mucho tiempo donde meditar, te ayuda a conocer tus límites… es algo, también, difícil de explicar.

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